Yo recibía cartas de amenazas así como de advertencias de amigos preocupados. Me daba cuenta de que mi madre a veces nos abrazaba fuerte y por la noche estaba levantada con el teléfono en la mano para tratar de llamar a mi padre. Mi madre me dio una idea, guardar un cuchillo debajo de la almohada, y yo le dije que podía deslizarme rápidamente al baño y llamarla. Todo el rato pensaba en el lápiz mágico.
Organizamos una asamblea que se llama "marcha por la paz" pero solo seríamos niños de enseñanza media. Ese día vino un equipo de televisión Pashtun; estábamos sorprendidos, no creíamos que le importásemos a la gente. En el colegio Kushal éramos una democracia: las mayores hablaban de nuestras amigas que habían dejado de ir al colegio por miedo. Entonces fue el turno de Moniba: nuestra oradora pública habló como una poetisa. Dijo: "casi todo el mundo piensa que somos terroristas pero no es así, a nosotras nos gusta la paz." Después fui yo y estaba inquieta, con la boca seca. En cuanto me pusieron delante el micrófono me salieron las palabras solas y seguras. Supe que no era yo, Malala era la voz de muchas otras niñas.
Nuestra casa estaba llena de parientes: mis tíos discutiendo, mis tías cuchicheando y toda la casa llena de niños jugando. Yo me metía al baño y mi madre me dijo que saliera. Me sentía muy tonta ensayando el discurso delante de un espejo. Me decía: "Malala, ¿qué haces?" Quizá pensaba que era una niña pequña pero era algo más, era la niña que imaginaba hablar ante el mundo. Durante 2008, yo hable a todo quien me quiso escuchar: canales de TV, emisoras, periódicos, etc.
Alba Aliaga
No hay comentarios:
Publicar un comentario